lunes, mayo 05, 2008

Divagaciones de Otoño junto a Teillier

La ira de las hojas,
categóricas e irreflexivas,
no echan pie atrás en su destino,
se entregan a la gravedad
y caen cansadas las importunadas,
eligen colores para la ocasión
y permanecen ahí en rigor mortis
hasta que se inmaterializan en el suelo.

yo

Teillier dijo:


Cuando la forma de los árboles
ya no es sino el leve recuerdo de su forma,
una mentira inventada
por la turbia memoria del otoño,
y los días tienen la confusión
del desván a donde nadie sube
y la cruel blancura de la eternidad
hace que la luz huya de sí misma,
algo nos recuerda la verdad
que amamos antes de conocer:
las ramas que se quiebran levemente,
el palomar se llena de aleteos,
el granero sueña otra vez con el sol,
encendemos para la fiesta
los cálidos candelabros del salón polvoriento
y el silencio nos revela el secreto
que no queríamos escuchar.

Y yo alguna vez escribí:

“Perder, así como los árboles,
desapegados de sus hojas,

en tiempos pintados de tonos café y amarillo.

Perder, así como la serpiente se desprende de su piel.

Mudar, o la oportunidad cotidiana de renacer”


Teillier me responde: “es mejor morir de vino que de tedio”.


Yo digo ahora:


Estoy cercenado en las libertades fundamentales. Tengo un hígado dictador y un otoño implacable que me pide cuentas… si estas son mis hojas a desprender, si es esta vida ya avanzada y doblegada a la que debo renunciar, por favor necesito una tregua, pido minuto, mi respiración no alcanza con el jadeo del aburrimiento de esta nueva vida endosada. ¿Qué significa estar sano? Si se ha enfermado mi disposición a vivir como sé, a comunicarme en los códigos que aprendí. Amigos, la mesa, el vino y la cerveza ya no nos unen, nos dividen. Se acabaron los parrones vespertinos, las micheladas negras y los bares conversados. Este turbio otoño se lleva los sabores y los aromas, y junto con ellos mi placer palatino. Este cruel designio, cuando se abría mi cielo a una nueva vida, la desconozco, me sabe plano y solo me centrifuga a mis extremos más insociables. Sí, estoy en otoño y me voy quedando sin hojas. Soy una naturaleza muerta.


Mientras tanto Teillier me responde:


“(...) Pues lo que importa no es la luz que encendemos día a día,
sino la que alguna vez apagamos
para guardar la memoria secreta de la luz.
Lo que importa no es la casa de todos los días
sino aquella oculta en un recodo de los sueños.
Lo que importa no es el carruaje
sino sus huellas descubiertas por azar en el barro.
Lo que importa no es la lluvia
sino sus recuerdos tras los ventanales del pleno verano (...)”


Concluyo:


Yo por ahora vivo de recuerdos, los reales y los inventados, mi presente solo castra mi moneda de cambio, mi lenguaje, solo balbuceo porque las sensaciones y las realidades no ordinarias prometidas fueron llevadas a cero, fulminadas, y eso me tiene en el más crudo y absoluto bostezo…
doctores míos ¿por qué me han abandonado?

Y como si fuera poco me declaro en drástica pobreza ante los silencios de mi ángel de porcelana… me quedo con la queja en Salieri (pincha aquí).

En viaje en paracaídas también se cayó una hoja.

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