jueves, febrero 23, 2006

Lenguaje / Peyorativo e interminable sermón

Por una parte, para que no se diga que he me transformado en una especie de dealer poético y que usufructúo de la -tan asertivamente denominada por Hahn- magia de las escrituras de los maestros aquí en verso y espíritu presentes. Y por otra, para no hacerme el roga’o, y parafraseando al puma Rodríguez, escuchar la voz del pueblo. He querido sin poco esfuerzo compartir con ustedes dos goterones nocturnos, de esos que no dejan dormir hasta que nos levantamos, vamos al lugar de los hechos y enfrentamos el problema sin más herramienta que la propia voluntad.

Lenguaje

Reconozco que son más bien impulsos que razones,
tampoco poesía o inspiraciones oníricas poco tangibles,
pero se me hace tan difícil entenderte,
te escucho y no comprendo el sonido de las palabras.

Este cuadro subclínico, de curso agudo y progresivo,
no me permite juntar letras y menos alguna idea
¿qué dices?

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¿Ah?
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Peyorativo e interminable sermón

Cuántas veces escuché en fríos y ecogénicos salones
sobre lo fácil que es vivir con escepticismo.

¡Por Dios que equivocados estaban!


Por último, si estas es(ex)-piraciones forzadas le han refrescado el ceño e idealmente alcanzado alguna célula germinal, me arrogo el derecho de comunicarles lo que el duendecillo que jala mis pantalones me está señalando: “hay más de la misma especie que éstos en espacios precedentes”. Tiene razón, hay más de ellos que llevan mi sangre, son mayores en edad, algunos aparecen injustamente tratados como bastardos en esta casa… así son los poemas no reconocidos de los poetas inconscientes. En realidad es al revés. Es la poesía la que no nos reconoce la paternidad como poetas. Que soberbia la mía la de bautizarme.

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