viernes, diciembre 22, 2006

Amsterdam


Una tela de araña
que titila a la deriva del tibio sol,
refleja brillos de neón
sobre una arquitectura de retablos,
casitas de juguete, ladeadas hacia afuera,
atornilladas en los extremos y techos ondulados,
alargadas y enjutas edificaciones,
se ven como si fuera hecho para cinemascope,
cada islote es un barrio, un paquete colorido.

Entre tantos canales y puentes
quisiera detenerme en cada uno de ellos
y mirar sus horizontes particulares,
perspectivas personalizadas,
desde la de Anna Frank o la de
una turística amoralidad de barrio rojo.



Rijksmuseum y el Van Gogh Museum,
Rembrandt y Johannes Vermeer,
cambié la luz del día por la de sus obras,
cambié la vida de la gente perfecta en las calles,
por la de esas telas, algunas ensombrecidas,
otras coloridas y de pinceladas generosas.

Viajes alados después de un coffee shop,
o una bici arrendada me dejan en el Hoope,
una Heineken (de verdad) o una Amstel a la barra.

Un molino de viento es un gigante solitario,
parece inofensivo en su entorno de tulipanes.

Las bicicletas, una corriente turbulenta de ellas,
candados y cadenas para bicicletas,
estacionamiento de bicicletas,
¡todas las bicicletas del mundo están aquí!

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