lunes, mayo 07, 2007

Canción de Clara en Paris

Buscaba en los rincones donde Oliveira encontraba a la Maga y me encontré a Clara.

Se confirma mi regla: "todos los viajes a ninguna parte tienen inimaginables paraderos con lo que aumenta insospechadamente las probabilidades de encontrarse”.

Una foto de Doisneau o un postimpresionista en d’Orsay. Me dijo: “soy plutón, soy una pioja resucitada y soy un alma voluntariosa”. ¿Plutón? ¿Por la ascendencia astrológica, por lo fría y alejada, o quizás porque ya no es lo que fue alguna vez?; ¿Pioja? ¿Por lo pequeña o porque tiene alas?; ¿resucitada? …ha muerto entonces, ¿Cuántas veces?; ¿Tiene alma?... cree en lo que no ve.

A Clara nunca le preguntes quién es. Le gusta ser invisible por oposición, es decir ante la exposición se le saturan sus sentidos y los umbrales caen a cero. Será que alguna vez se elevaron al máximo hasta la insensibilidad perpetua o se trata de capas de piel donde no hubo otra que sacar sin que el dolor fuera terrible y dejara en evidencia ese vacío consciente que lleva por condena.

Responde lo que quiere, hace listas y a veces miente con descaro aunque el velo de ingenuidad que despliega ante ti lo oculta todo. Sus conversaciones son siempre inconclusas... son películas con final abierto. Tiene cicatrices físicas en su cuerpo y una muerte ajena a su haber que le duele cada vez que hace frío. Ella vive en día viernes toda la semana. Dice que le parece interesante eso de permanecer al borde pero va más allá y está constantemente pasándose de la raya.

Pertenecimos a una historia laureada de poetas viajeros que nos visitaban a menudo y construyeron puentes por donde trasunta la imaginación, que pinta ciudades donde los encuentros son de a dos aunque sea en continentes, vidas o muertes diferentes. No lo sé pero hacen que este voyeurista se olvide de sus ojos y se entregue a su belleza.

Después de sus regalos yo le obsequiaba a cambio lo que miraba a través de estos ojos sobresaturados. Después de haber visto la luna en distintos cielos me arrancaba unos segundos para decirle que no temiera, que no me agoto y que en materia de cariño yo me desbordo. Pero se enamora de hombres hermosos, porque sabe que la belleza es irrenunciable. Tiene conversaciones paralelas y amores furtivos. Tiene la estrategia de manejar el cúmulo de lo vertido y practica catch and release aunque sea hambre para mañana. Porque está atrapada y es adicta, y se lo digo yo que sé de esos menesteres.

Su voz es de mujer de tono en negligé, pero también es de madre como una sopa en invierno, a veces está a punto de desarmarse con la risa pero se comporta para la ocasión, tiene más que palabras en su repertorio aunque tiene más ganas de callarse con un beso. Un beso emborrachado de contentura (efímera por supuesto) y absolutamente correspondido.

Mi conclusión de aquel día, que no es como cualquiera de los días, es que me autodiagnostico demencia fantasiosa agudizada al contacto con Paris y Clara dónde quiera que exista… es una consentidora.

...mientras, escucho a Francis Cabrel y su “Je l’aime à mourir”.




En blanco y negro fotos de Robert Doisneau. En colores fotos propias.

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