jueves, febrero 02, 2006

Desde "Cartas a un joven poeta" (Rainer Maria Rilke)

Hoy me siento abandonado por las palabras... es una soledad no deseada e implacablemente impuesta... en realidad he sido abandonado más que por palabras sueltas como estertores del destino, me han dejado su composición, su ritmo, su danza... todo aquello que en un suspiro tan largo como un parpadeo se aparece invisible ante estos ojos ávidos de credulidad y tan sensible como para tocarlos, reconocerlos y modelarlos en uno que otro verso imperfecto y condenado al olvido. Y como esta es mi casa y en consecuencia hago lo que quiero... haré tres cosas:

1. Suscribo a Huidobro y renombro el blog: la poesía es un atentado celeste.
2. Me declaro un perro abandonado sin más hogar que estas efímeras construcciones meta-poéticas.
3. Me auto-dedico un extracto de la primera carta de Rilke a un joven poeta (ni tanto ni lo uno ni lo otro... pero ya he advertido).

Ahí va Rilke:

(...) Usted pregunta si sus versos son buenos. (...) Ahora bien (como usted me ha permitido aconsejarle), le pido que deje todo eso. Usted mira hacia afuera, y eso es lo que ahora no debería hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar, nadie. Hay un solo medio. Entre en sí mismo. Investigue el motivo que lo hace escribir; verifique si extiende sus raíces en el más íntimo lugar de su corazón, confiésese a sí mismo si moriría si se le prohibiera escribir. Ante todo esto: pregúntese en la más serena hora de su noche: ¿tengo que escribir? Cave en su interior para procurar una respuesta profunda. Y si esta fuera afirmativa, si le fuera posible salir al encuentro de esta seria pregunta con el fuerte y sencillo "tengo que hacerlo" construya entonces su vida de acuerdo con esta necesidad. Su vida, hasta en la más indiferente e insignificante hora, tiene que llegar a ser un signo y un testimonio de esta urgencia. Acérquese entonces a la naturaleza. Intente decir entonces, como si fuera el primer hombre, lo que ve, y experimenta, y ama, y pierde.

(...) describa sus tristezas y deseos, los pasajeros pensamientos y la fe en alguna belleza: describa todo eso con íntima, serena, humilde sinceridad y utilice, para expresarse, las cosas que lo rodean, las imágenes de sus sueños y los objetos de sus recuerdos. Si su mundo cotidiano le parece demasiado pobre, no le eche la culpa; cúlpese a sí mismo; cúlpese a sí mismo, dígase a sí mismo que no es suficiente poeta para extraerle sus riquezas; pues para el creador no hay ninguna pobreza, ningún lugar pobre, indiferente.

(...) Y si de este volverse hacia adentro, de este sumergirse en el mundo propio, vienen versos, entonces usted no pensará preguntar a nadie si son buenos versos. (...) verá en ellos su querida posesión natural, un trozo y una voz de su vida. Una obra de arte es buena si ha surgido de una necesidad.

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