lunes, febrero 11, 2008

Bergman_homenaje póstumo y tardío



Entre otros manjares que degusto a menudo, sin miedo a la obesidad y por la que me resisto ante cualquier sucedáneo ni siquiera parecido, está el CINE; y lo pongo en mayúsculas cuando introduzco el nombre de Ingmar Bergman. Maestro de maestros que se unió a la “danza de la muerte” en julio del año pasado, quizás cansado de buscar a dios en el hombre, quizás derrotado en un jaque mate por esa “muerte” astuta que le esperó paciente desde el “Séptimo sello”.

Que manera de intimar con la (in)conciencia de sus personajes, tan humanos, tan bizarros en su búsqueda, tan reales también, que siempre se quedaban con el premio mayor, no pocas veces, como a él mismo, con la luz, con la verdad, con la muerte. Y aunque el diálogo, la desnudez, la dirección actoral, el drama visceral o trascendental, pudiera ser por si misma un derroche de genialidad, él lo rubricaba con un maridaje perfecto en el arte de la dirección, la creación, las tomas, la imagen, la luz, los símbolos, el CINE.

Su filmografía es fabulosa y difícil de conseguir en estas latitudes en pantalla grande, sin embargo, de las vistas mis favoritas son: El Séptimo Sello, Fresas Salvajes, El Rostro, Los Comulgantes (luz de invierno), El Silencio, El Toque (la carcoma), Gritos y Susurros, Escenas de la Vida Conyugal (secretos de un matrimonio), La Flauta Mágica, El Huevo de la Serpiente, Sonata Otoñal, Fanny y Alexander y Saraband.

Es un homenaje sencillo, modesto, insignificante ante la grandeza de la genialidad de su obra, pero no pude dejar mi pluma en silencio ante tan sentida partida. Además es tardío, pero aquí la razón fue práctica… concursé con un texto inspirado en la película Fresas Salvajes (nunca se publicaron los resultados) y pedían un trabajo inédito.

En fin, me cansé de esperar… les dejo con ustedes el susurro moribundo del Profesor Isak Borg… bueno… envuelto en mis letras invernales, de luto y a la luz de las velas…

Fresas salvajes

Mi cuerpo yace en cama hace tantas noches tristes,
a mi edad los sueños emprenden vuelos de vuelta,
un salto largo desde el fin de la historia hasta el albor de un día,
sin tiempo y con la misma cara, como si entre ambos puntos la vida no hubiera existido.

Yo, un cerebro de carne y sangre, te luzco inmaterial.
Más te vale la mácula conocida que una virtud extraterrestre.
Grita tu traición chiquilla muda, soy solo un espectador impotente,
ayer no estaba para banalidades, hoy me visto de piel y lloro.

De qué premio me habla señor juez, ¿acaso lo merezco?
Si no hay peor incompetencia que la ceguera egótica y soberbia,
el tiro de gracia es la conciencia de ella cuando se ha muerto.

Y ahí está aquel cuadro de noche otoñal, un Caravaggio negro de oscuridad,
de vela en el último suspiro, una tenue luz esboza como siempre el autorretrato.

Mi mano saliéndose del cajón, aferrándose al mezquino amarillo,
de ese brillo en extinción, del hombre inacabado…

…de esa luz que se apaga.

Fotos en orden de aparición: 2 de Bergman, Séptimo Sello, Los Comulgantes, El Silencio y Fanny y Alexander.

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