domingo, noviembre 11, 2007

Pablo de Rokha y su canto del macho anciano (fragmento)

A veces me siento anciano, viejo de esperanzas, decrépito de amores. La piel está arrugada y no brilla, enmohecida, podrida por heridas mal cuidadas. A veces me siento bajo tierra, bien acicalado a través del vidrio, con el peso de la lápida sobre mi cuerpo perecible. Lápida ininteligible de palabras pero abandonada de epitafios, o más bien sin adioses y parabienes de los que quedan atrás, de la que queda atrás, de la inconsciente asesina que exige mi voz, cuando ésta se terminó en el último grito de silencio en el lugar del crimen. A veces me siento macho anciano, sobre todo cuando desde la eternidad virtual, invisible, cercenada, te apoyas sobre mi tumba.

Dos fragmentos de un poema hermoso del eternamente olvidado Pablo de Rokha:



Fallan las glándulas
y el varón genital intimidado por el yo rabioso,
se recoge a la medida del abatimiento
o atardeciendo
araña la perdida felicidad en los escombros;
el amor nos agarró y nos estrujó como a limones
desesperados,
yo ando lamiendo su ternura,
pero ella se diluye en la eternidad, se confunde
en la eternidad, se destruye en la eternidad
y aunque existo porque batallo y “mi poesía
es mi militancia”,
todo lo eterno me rodea amenazándome y gritando
desde la otra orilla.

(...)

Todas las cosas van siguiendo mis pisadas,
ladrando desesperadamente,
como un acompañamiento fúnebre, mordiendo
el siniestro funeral del mundo, como
el entierro nacional
de las edades, y yo voy muerto andando.

Infinitamente cansado, desengañado, errado,
con la sensación categórica de haberme equivocado
en lo ejecutado o desperdiciado
o abandonado o atropellado al avatar del
destino
en la inutilidad de existir y su gran carrera
despedazada;
comprendo y admiro a los líderes,
pero soy el coordinador de la angustia del universo,
el suicida que apostó a su destino a la baraja
de la expresionalidad y lo ganó perdiendo
el derecho a perderlo,
el hombre que rompe su época y arrasándola, le da
categoría y régimen,
pero queda hecho pedazos y a la expectativa;
rompiente de jubilaciones, ariete y símbolo
de piedra,
anhelo ya la antigua plaza de provincia
y la discusión con los pájaros, el vagabundaje y
la retreta apolillada en los extramuros.

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