domingo, marzo 25, 2007

Abajo las máscaras


Camino a menudo por el centro de la ciudad, y a veces, cuando el ruido externo no aplaca el interno, me gusta fijar la vista lo más lejano posible, y ayudándome de la amplitud del campo visual trato de percibir simultáneamente esa marea de gente que camina en ambas direcciones. Luego, esta imagen la hago lenta, se produce un silencio y aguzo la vista para mirar detalladamente a cada uno de los individuos que comparten historia conmigo ese momento. Algunos los sigo desde lejos y los observo hasta que pasan por mi lado, otros los miro de reojo y solo fijan en mi retina un destello de su figura en movimiento. Algunos me parecen insulsos y no logran perturbar mi estatus, sin embargo, hay otros que me encandilan y gatillan una cascada de preguntas íntimas y respuestas elucubradoras. Lo cierto es que los veo, vestidos de oficina, riendo y disfrutando el momento de ocio como si fuera el recreo de una escuela. Hay otros que caminan como arrancando, como que el suelo y el aire les quemara, y no pocos avivan esa marcha frenética mirando el reloj.


Me pregunto qué miran ellos cuando caminan, van hipnotizados y con la mente en blanco, van quizás pensando en el objeto de su destino, se preguntarán alguna vez quiénes son, o solo se preguntan lo que quieren o necesitan. Lo único cierto – repito – es que los veo, pero de todo el resto nada es una certeza. A continuación volteo la mirada hacia adentro y vuelvo a constatar nuestra imposibilidad de mirar de verdad. ¿Por qué con estos ojos sanos no puedo llegar a ver a la profundidad de ese otro que habita mi lugar y que respira el mismo aire? ¿Cuántas veces en el día converso con solo una imagen? ¿Cuántas veces he dormido con una máscara?

"Abajo las máscaras" Mario Trejo

Hablando de Musil, Broch recordaba que para Hofmannsthal el mejor escondite de la profundidad es la superficie. Rimbaud ejerció durante tres años su sarampión poético. La poesía no se repuso, todavía. Gallois expulsó su ecuación la noche previa a su muerte en un duelo. Tenía veinte años. La ecuación persiste. Hokusai pedía ciento diez años de vida para que todo el mar cupiese en un punto de su pincel de marta sibilina. Para J.B., la vida duraba menos que un balazo. JaneBowles: qué angustia elegir en un menú, cuando hay tan poco tiempo! Atención. El primer suicida fracasó. En una noche que aún olía a dientes de sable, la rama no resistió a su peso. Pero el gesto perdura. Descubrió la cultura profunda, la que dice no desde una superficie que nos enceguece. Avancemos, espada en alto, entre esta selva de antifaces. "

Fotogramas de Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick

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