martes, diciembre 04, 2007

Invocación a Gabriela

No sé porqué cuando estoy cansado estoy más triste. O será que la tristeza basal agota la fuerza vital y me da por tararear poemas que son como cuchillos que deguellan mi corazón descabezado. Hoy ni siquiera fue suficiente la medicina de esos ojos llanos que me encontraron y que me ofrecen locura, risa y posibilidades... y como en una agonía interminable me fui apagando en convicciones para darle paso a la melodía incidental de mis venganzas hermosas... y mientras me alejaba espeté hacia mi vacío inmenso ¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguno bajará a disputarme tu puñado de huesos!


Los sonetos de la muerte (Gabriela Mistral)

I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...

Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué no madura,
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

III

Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...

Y yo dije al Señor: ?«Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

»¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor».

Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

4 Comments:

Anonymous Anónimo escribió...

Tantas veces ni el sol del día, ni las risas de la tarde, ni las luces de la noche logran palear la tristeza del final del día

besos

miércoles, diciembre 05, 2007  
Blogger Benja Blanco escribió...

amigo, es así, a estas horas que el día agoniza de mi mano, no pudo sino estar de acuerdo con Ud.

estaba en lo mismo tratando de describir mis ojos destrozados.

Un abrazo,

Benja.

miércoles, diciembre 05, 2007  
Blogger @le escribió...

EStimado caballero... quizás necesite de volver a volar... solo cierre los ojos y dejese llevar.

Un abrazo desde el espejo

@

miércoles, diciembre 05, 2007  
Blogger ©Claudia Isabel escribió...

Yo también escribo poemas, y cuando siento eso mismo que sentís vos, caigo como por un tubo en la poesía de alejandra Pizarnik. Me gusta mucho tu coterránea Gabriela Mistral, una genia...
Saludos desde Buenos Aires, tierra hermana.

lunes, diciembre 17, 2007  

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